Por Julio Oliva García

La reacción no se hizo esperar, la renuncia un poco más. Sin embargo, las palabras del ahora ex embajador en Argentina Miguel Otero no dejan de tener razón.

Puede ser cierto que hubo presión para que se dividiera aguas con la “opinión del gobierno”, como también su salida es muestra de que, a pesar de todo, el peso de la dictadura y las violaciones a los derechos humanos no cualquiera lo asume con esa arrogancia, pero también da cuenta de que nuestra sociedad sigue construida de apariencias, de medias tintas, escondiendo las razones de tanta muerte bajo la alfombra.

Si es por quedarse en la superficie, bien por los familiares y su dignidad puesta de inmediato al frente para exigir la salida del “fiscal exonerador” de la Universidad de Chile; bien por los parlamentarios que recordaron sus años mozos de dirigentes estudiantiles o políticos en la lucha contra la dictadura; bien por Piñera que señala rimbombante que su gobierno respeta los derechos humanos. Pero ¿Quién alza la voz, con el mismo desparpajo que Otero, para apuntar a lo profundo? ¿Quién recuerda que las muertes, la tortura, el exilio y las exoneraciones, tuvieron como propósito final imponer el modelo económico y social que tanto alaban? ¿Quién se empina de los sillones mullidos para rechazar cualquier legalidad basada en la actual Constitución, surgida desde la represión más brutal, antidemocrática y excluyente del pueblo y los trabajadores?

Otero tiene razón, para la gran mayoría de los chilenos la dictadura ya no duele, es un mal recuerdo que se debe dejar atrás para seguir caminando hacia el sueño de país desarrollado, de tigre americano, de modelo para el continente, de niño bueno atendiendo las ordenes del imperio. Al menos eso es lo que uno palpa en el metro, en el transantiago, en la calle.

¿Y la culpa es de Otero? Si, se puede decir que tiene parte de la culpa. Es un claro representante de la dictadura y sus consecuencias, fue parte del aparato represor negando titulaciones, expulsando alumnos, despidiendo académicos y funcionarios en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile.

También fue parte de los “legisladores” de la junta uniformada, como buen oficial de infantería del ejército, mientras presidía el directorio del Banco Español. Es un fiel representante de este engendro militar-civil-empresarial, siendo parte de los directorios de Industrias Eléctricas, S.A.C.; Ediciones Clute Chile S.A.; VULCO S.A., Productos de Goma; Fundición de Aceros y Metales FULMET Ltda.; Manufacturas Gilioli S.A.; Importadora y Comercial del Sur; Viña Santa Teresa S.A.C.; Watt y Cía. y Envases Frugone S.A., entre otras empresas. Tampoco debe ser casual que fuera nombrado ciudadano ilustre del Estado de Washington y de la ciudad de Dallas, Texas. Sabido es también que aprovecho el engendro electoral de la dictadura para, a pesar de salir ultimo en las elecciones, asumir como senador por 8 años en reemplazo de su compadre Jaime Guzmán, donde la Concertación se encargo de lavarle la cara e investirlo de “demócrata”.

Pero ese no es el punto, el tiene la arrogancia de reconocerlo y no se pone ni colorado. Son otros los que se visten de defensores de derecho humanos mientras han apoyado todas las reformas laborales apuntadas a que los trabajadores pierdan cada vez más derechos. Son otros los que han continuado el camino privatizador de la Educación, la Salud, los servicios. Son otros los que, con mucho de complejo, miran sin chistar para que no los vayan a “excluir” nuevamente de este paraíso terrenal del éxito fácil y el consumo.

Otros deberíamos ser, entonces, los que apuntemos al fondo de las cosas para ayudar en la reconstrucción del tejido social despedazado por la dictadura y dejado de lado por la Concertación y sus nuevos incluidos. Quienes ayudemos en la unidad de los trabajadores, de los postergados, de los excluidos por siempre. Quienes unamos voluntades en pos de transformar desde sus cimientos esta sociedad cagona, mentirosa y doliente instaurada a sangre y fuego, pero debidamente consolidada por aquellos que todo lo negocian, que todo lo transan, que todo lo olvidan.

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