Por Gustavo (Hurón).

El compañero Pablo fue el primer integrante del Destacamento Guerrillero Toqui Lautaro (DGTL) que entregó su vida en las montañas de Neltume. Cayó abatido en una emboscada el día domingo 13 de septiembre de 1981, alrededor del mediodía. Tenía 31 años de edad. Era el mejor.

Pablo nació en Santiago el 27 de agosto de 1950. Era originario de una familia conservadora, residente en Ñuñoa. Su padre era oficial de carabineros, en condición de retirado antes de 1970. De joven estudiante comenzó a forjar su espíritu de luchador social, de búsqueda de justicia y de igualdad, se formó a sí mismo con ideas libertarias, solidarias, humanas. Seguramente la influencia de la época de los años 60, el carácter de las luchas estudiantiles, de los pobladores, los amigos de barrio, influyeron en su formación y en su vocación de querer cambiar el mundo, luchar por una sociedad más justa e igualitaria.

En la Universidad Técnica estudió para técnico topógrafo. Allí nutrió más su interés social y su búsqueda de información y de formarse. El triunfo de Allende y el devenir del gobierno popular, determinó la reafirmación de sus convicciones.

Lo conocí a mediados del año 1972 cuando llegó a Curicó a trabajar en la construcción y montaje de la planta azucarera IANSA de esa ciudad, donde ya me encontraba trabajando en el área de montaje industrial. Pablo cumplía sus labores técnicas con el grupo de especialistas que abordaban las cuestiones topográficas de la obra, por lo que coincidíamos habitualmente en el terreno durante nuestras respectivas labores y así nos fuimos conociendo y compartiendo intensas conversaciones y discusiones políticas que en esa época se daban naturalmente entre los trabajadores.

Allí, prontamente comenzó a participar de las reuniones del Sindicato de Trabajadores de Montaje. Sin tener militancia efectiva era un hombre de izquierda, de ideas libertarias, de espíritu rebelde. Era un revolucionario. El auge de actividad y efervescencia popular que vivía el país, la agresión de los reaccionarios hacia el gobierno de Allende y los trabajadores, las tareas de solidaridad y trabajo voluntario, fueron forjando su determinación.

A poco andar se acercó al grupo que integrábamos el Frente de Trabajadores Revolucionarios (FTR) que estaba organizándose con trabajadores de la faena, tanto de montaje industrial como de obras civiles. Participamos en las marchas y manifestaciones de apoyo al gobierno popular de Allende, de rechazo a la ofensiva patronal y facha de la derecha reaccionaria, que en esa  zona central del país era muy fuerte y activa. La presencia física de Pablo se hacía notar en la vanguardia de la columna del FTR y en las confrontaciones callejeras con los fachos, particularmente durante el paro de octubre de los camioneros fachos contra el gobierno.

La compleja realidad nacional fue llevando a Pablo a adoptar una posición cada vez más radical en función de los objetivos y destino de la clase trabajadora. En esos años álgidos los procesos de aprendizaje y formación se producían con mucha celeridad. A Pablo no hubo que convencerlo de nada pues sus convicciones eran sólidas. Entonces comenzó a buscar caminos y le propusimos su ingreso al MIR.  Ingresó a militar formalmente en el Comité Local Curicó del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) a comienzos de 1973. Su militancia la mantuvimos en un bajo perfil, semi clandestina, con la idea de que no se hiciera conocido ni por la represión ni por los fachos. La delicada situación política nos obliga a priorizar por la seguridad y la formación, de modo que procuramos que su militancia la desarrolle sin exponerse públicamente.

Esa precaución coincidió con que a mediados de 1973 pidió pausa de actividades para ir a Santiago a contraer matrimonio pues su futura esposa también era de la capital.  Se casó y volvió casado a instalarse en Curicó a vivir con su pareja. Su regreso y radicación ocurre cuando recién se habría producido en Santiago el tancazo golpista de fines de junio, lo que tornaba el panorama de seguridad interna mucho más delicado y complicado.

Pronto ocurre el desastre. El golpe militar lo afecta pero no lo amilana. Su condición de “no quemado” como mirista pero sí conocido como de izquierda, felizmente no le conlleva sufrir  represión o detención en esos primeros días y meses. La presión familiar le pedía salir de la zona curicana, pero Pablo, siguiendo las indicaciones del Partido, decidió quedarse, asumir la lucha clandestina y lo que viniese. La cautela, y probablemente las presiones del momento, le obligan a tomar precauciones, su esposa regresa a vivir a Santiago y él se cambia de domicilio. Pablo sigue conservando su legalidad y su trabajo.

La clandestinidad de otros compañeros perseguidos, entre los que estaba mi caso, lo lleva a asumir responsabilidades en los afanes de conservar la fuerza orgánica y en los nacientes esfuerzos de organizar resistencia y la lucha antidictatorial. A fines de 1973 la dirección nacional del MIR impulsa un proceso organizativo que se traduce en la salida de la zona de la militancia perseguida, quemada, y envía a esa zona un nuevo equipo de dirección regional. Sin embargo, los esfuerzos organizativos del Partido en esta región, se ven truncados por un masivo golpe represivo causado por una integrante del nuevo equipo de dirección y que afecta a la toda estructura regional y del local Curicó. Como efecto de este golpe represivo  Pablo resulta detenido en Curicó a fines de junio de 1974.

Los primeros meses prisionero los debe sufrir en el regimiento de Curicó y luego en la cárcel. Antes de fines de 1974 es enviado a la cárcel de Talca. En prisión se entera del nacimiento de su hijo y allí se lo llevaron para que pudiera conocerlo. Permanece como prisionero de la dictadura durante tres años. En junio de 1977, por medio de la conmutación de la cárcel por el extrañamiento, sale de Chile con destino a Suecia.

La preparación y el retorno clandestino

Los años de cárcel no minaron sus convicciones y se integra a participar de las tareas del MIR en el exterior. A fines de 1978 se hace parte de la política de retorno y asume la decisión de afrontar un compromiso con la lucha armada cuando fue convocado por Paine a venir a luchar en Chile. A mediados de 1979 comienza su retorno y se integra al proceso de instrucción militar en la Escuela Luciano Cruz que realizamos en la solidaria república de Cuba. Allí nos volvimos a reencontrar y continuamos un camino iniciado siete años atrás.

En la instrucción, en la militancia y en la práctica posterior en Chile, Pablo siempre destacó por su temple. Era un compañero exigente, responsable, trabajador, sin dejar de ser solidario, afectuoso, sencillo. Siempre fue respetado por todos durante el proceso de instrucción; un ejemplo a seguir en la forma de asumir la militancia. El compromiso no era un discurso bonito ni una diatriba ideológica sino preparación, trabajo y acción. Fue un militante serio y un revolucionario de verdad. Aunque riguroso, trataba a todos con afecto y camaradería; ayudaba en eso el que tenía un hablar tranquilo y afable. No tengo registro de que alguien haya tenido problemas con él, por lo menos entre los que integramos el grupo de Paine, aunque debe haber habido en la escuela más de algún flojo o desidioso que lo debe haber detestado por su constante demanda de un esfuerzo más.

Tenía el predicamento de que en el momento decisivo había que disparar primero, antes que el enemigo. Era exigente con todo y con todos, pero tenía el gran mérito de exigir sólo lo posible. La dura derrota popular que significó el golpe militar, la lucha clandestina, la prisión, el exilio, fueron acerando aún más sus convicciones y su pasión revolucionaria de cambiar el mundo. Su gran aspiración era que una vez que lográramos la victoria en Chile, él seguiría derechito hacia el norte por América Latina con las luchas de liberación.

                                                                                                                                                                                 Pablo era un aficionado a la preparación física y al kárate, cuestión que había perfeccionado durante su estadía en Suecia. Por sus condiciones naturales, asumía la dirección de las clases de entrenamiento físico en las actividades extras que realizábamos en el pelotón que dirigía Paine, o reemplazando a los instructores cubanos cuando éstos no podían hacerse cargo. De igual modo nos traspasaba sus conocimientos técnicos para dominar el uso de la brújula y otros instrumentos, o el uso alternativo del reloj y los astros para resolver problemas de ubicación geográfica.

                                                                                                                                                            Terminada la instrucción militar, ingresó a Chile, ilegal y clandestino, entrando por control de frontera, a comienzos de agosto de 1980, formando parte del primer grupo que ingresaba por esa vía para subir al monte. Aún recuerdo la risa llena de júbilo y satisfacción que le colmaba el espíritu cuando lo fui a encontrar en un punto de contacto clandestino. Riguroso, como siempre, dio cuenta detallada de su ingreso y de sus trajines haciendo contrachequeo por todo Santiago para cerciorarse y hasta convencerse de que no tenía ningún seguimiento, todo ello recién llegado al país. Cumplida esta primera tarea se trasladó al sur a cubrir los puntos de contacto para seguir el camino hacia el monte. En Temuco lo recibí y lo llevé a una casa de seguridad a esperar conformar un pequeño grupo para llevarlos a la montaña.

Subí a Pablo a la montaña, junto con Jorge (Pedro Yáñez Palacios) y Pequeco (Juan Ángel Ojeda Aguayo), el  día sábado 16 de agosto de 1980, para integrarse al naciente destacamento que en esos momentos, previos al arribo de Paine, operaba en la montaña bajo el mando de Pedro (Patricio Calfuquir Henríquez).

Su condición de topógrafo estuvo puesta al servicio de las tareas de guerrilla en la montaña y cumplió un rol esencial en la elaboración de mapas, croquis y esquemas. No porque fuese topógrafo sino por el compromiso y convicción que reflejaba en su actuar, Pablo era un revolucionario de vanguardia, de los que abren y marcan el camino. Parecía hecho para la guerrilla. Su determinación, sumado a sus conocimientos técnicos, le permitieron desarrollar un meticuloso trabajo de información cartográfica del terreno, lo que le permitía “pasear” por los montes, decíamos nosotros, con la sapiencia y habilidad propia de los compañeros vaqueanos y guías naturales, como Camilo (José Monsalve Sandoval) y Pequeco, de quienes también aprendió e integró sabiduría.

Por lo mismo es que, llegado el momento, en el primer trimestre de 1981, Paine le confió a él y a José (Mario Lagos Rodríguez) la tarea especial de ser los encargados del armamento del destacamento. Eso significa que José, como jefe, y Pablo conformaban equipo para recepcionar el armamento en la montaña, construir y acondicionar depósitos secretos, hacerle mantención a las armas, y además, conservar el secreto de la existencia de las armas ante los demás miembros del destacamento, puesto que esas eran las exigencias que la dirección del MIR le había impuesto a Paine como condición para la entrega de armamento al DGTL. Y Paine debía cumplirlas y hacerlas cumplir, pese a que no le gustasen o no las aprobara.

Una emboscada en medio del monte

Cuando el día sábado 27 de junio de 1981 el ejército enemigo descubre y ataca el campamento base, Pablo y José no se encontraban en ese lugar pues andaban haciendo tareas relacionadas con el armamento. En las horas siguientes, siguiendo lo establecido en el plan de emergencia, ambos se conectaron con Paine y su grupo, en fuga, con la persecución enemiga en desarrollo. Pablo y José se alertaron de que algo estaba pasando por la intensa balacera que escuchaban y pronto establecen que procede del área de campamento. Suspendieron de inmediato la tarea en que se encontraban. Su primera reacción fue ir al depósito más cercano a buscar armas para ellos y para ir a auxiliar a los compañeros, pero eso les quedaba a más de una jornada de marcha rápida, lo que significaba que perderían el contacto con el destacamento que establecía el plan de emergencia. Deciden ir primero al contacto y actuar según lo que allí sucediera.

A las 4 de la tarde Paine y su grupo llegan al lugar del contacto de emergencia, lo mismo que José y Pablo. Toman posiciones en el terreno y deciden esperar el tiempo convenido a ver si aparece algún otro compañero. No llegó nadie más. La irrupción del enemigo en el campamento provocó la desbandada de los compañeros que allí se encontraban, reagrupándose luego en dos grupos, separados y distantes. Uno conformado por ocho compañeros (Pedro, Camilo, Mario, Oscar, Rigo, Pequeco, Jota y Doc) y otro por cinco compañeros (Paine, Jorge, Víctor, Raúl y Moisés) a los que se agregaron luego José y Pablo. Ambos grupos no volvieron a reencontrarse hasta 42 días después.

El comportamiento y desempeño de Pablo desde ese momento hasta su caída, es un reflejo de la convicción y del compromiso militante de un revolucionario ejemplar. La persecución, el acoso y cerco enemigo los sortearon con enormes dificultades y limitaciones. El llegar hasta el tatú donde se guardaba el armamento y uniformes verde oliva, fue un alivio y una inyección de ánimo que les permitió resistir todas las vicisitudes. Los relatos posteriores de José y de Raúl, me permitieron conocer mejor las inclemencias de esos días aciagos y la actitud de Pablo en todo ello.

Pablo era de los que quería combatir sí o sí. Pelear dentro del cerco o a pesar del cerco. Cuando desde lo profundo del monte tenían a la vista unidades enemigas, Paine y el resto hacían esfuerzos para convencer a Pablo de que no era conveniente ni aconsejable combatir en esas condiciones. A pesar de su frustración, fue el que insufló ánimo y energía en los momentos más crudos del repliegue de este grupo, fue el que debió cargar a Jorge cuando éste ya no podía desplazarse por sus medios debido a la gangrena que destruía sus pies.

                                                                                                                                                                                     El reencuentro de los grupos se produjo en el área del campamento y tatú del “25”, donde hacía unas semanas había llegado a instalarse el grupo de Paine. El 8 de agosto aparecieron por ese lugar Pedro y Camilo también buscando encontrarse con el otro grupo. Así se produjo un reencuentro que posibilitó reorganizar las fuerzas y comenzar a preparar condiciones para el envío de una patrulla hacia el llano en busca de contacto con la dirección del MIR y en busca de ayudas básicas para tratar de seguir sobreviviendo en la montaña. Una patrulla integrada por Oscar, Rigo, Moisés, Doc y José, salió el 22 de agosto rumbo a sus objetivos. Una parte de esa patrulla debía volver pronto con ayudas y con ella eran los primeros puntos de retorno. La otra parte debía seguir hacia Santiago a conectarse con el partido.

Lo que nadie del grupo en el monte podía suponer es que el 29 de agosto Oscar (René Bravo Aguilera) y Rigo (Julio Riffo Figueroa), los dos miembros de la patrulla al llano, habían sido detenidos por carabineros en las cercanías de Malalhue. Fueron llevados a Lanco, luego a Valdivia, salvajemente torturados por los verdugos del Sicar y, un par de días después, entregados a la CNI quienes los llevan a Santiago para continuar con el martirio. La CNI logra arrancar la información del lugar donde está el resto de los compañeros. Trasladan a la zona de montaña a sus unidades de exterminio (Brigada Roja, Unidad Anti Terrorista, agentes de CNI Valdivia, agentes Sicar), instalan su cuartel de operaciones en las Termas de Liquiñe y en este mismo sitio utilizan un galpón como celda y sala de tortura para seguir flagelando a los dos compañeros prisioneros. Movilizan además a los milicos de la Compañía de Comandos desde Valdivia, efectivos del ejército de los regimientos de esa ciudad, y adoptan posiciones de emboscada y rastreo sobre ciertos lugares de la montaña. Así crean las condiciones para copar el área donde debían efectuarse el punto de contacto entre Oscar y el grupo en la montaña.

                                                                                                                                                                       Pablo fue el hombre de vanguardia que debía cubrir los puntos de contacto con la patrulla que había sido enviada al llano. El día 13 lo empezaron con la fuerza dispersa. Víctor y Jorge estaban afectados seriamente por limitaciones físicas y se quedarían en un lugar escogido, que constituía un parapeto natural. Pedro y Camilo conformarían patrulla para cubrir el punto con la patrulla que había salido hacia Santiago. Paine, Pablo, Mario y Raúl se dirigen al área donde deberían cubrir el encuentro con Oscar. Sólo Pablo y Raúl acuden a cubrir el punto con Oscar. Paine y Mario se quedan en una posición intermedia entre este lugar y la patrulla de Pedro, con quien tenían contacto más tarde.

                                                                                                                                                                                  Una vez en el lugar de contacto Pablo y Raúl reciben la contraseña convenida que era un sonido de pájaro específico, Pablo la responde y recibe la confirmación del otro lado. Entonces empieza a avanzar para salir al encuentro de los compañeros, Raúl marcha cubriéndolo a una distancia prudente. Pablo grita emboscada pero ya las ráfagas enemigas tronaban entre el follaje. Raúl ve a Pablo hacer uso de su fusil e incluso dice que hace cambio de cargador. Lo ve abatido y se repliega, ya no podía socorrerlo. Raúl volvió al lugar donde debía encontrarse con Paine y Mario. Informó lo sucedido, ya no quedaban dudas que estaban cercados tácticamente, que la misión del llano había fracasado y que el enemigo actuaba sobre información segura.

Así murió el querido Pablo. Al mediodía del domingo 13 de septiembre de 1981.

Raúl Rodrigo Obregón Torres, Pablo, un luchador por una sociedad más justa e igualitaria
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